Guía para entender los códigos visuales en el diseño gráfico
Cuando hablamos de códigos visuales en diseño gráfico, muchos piensan en una especie de lenguaje secreto, una jerga técnica reservada solo para los “gurús del diseño”.
Pero no hace falta complicarse la vida. Los códigos visuales son, simplemente, formas visuales que comunican ideas, y lo hacen sin que haga falta decir ni una palabra.
Pensad en señales de tráfico, emoticonos, logotipos... incluso en el packaging del supermercado.
Todos ellos están cargados de mensajes visuales, a veces más directos, otras veces más simbólicos. Lo importante es que estos códigos no son universales, cambian según el contexto cultural, el público y el medio.
Por eso, entender estos códigos es clave.
No se trata solo de hacer cosas bonitas, sino de hacer diseño con intención: que transmita el mensaje correcto y que conecte con quien lo ve. Porque si no se entiende, por muy bonito que sea, no vale para nada.
Y no os preocupéis, que no hace falta tragarse un manual de semiótica para dominar esto.
Os lo voy a explicar como me habría gustado que me lo explicaran a mí: al grano, con ejemplos claros y sin florituras.
Por qué la composición manda en el lenguaje visual
Aquí viene la madre del cordero: la composición lo es todo.
A ver, puedes tener una ilustración técnicamente perfecta, una tipografía bien elegida, una paleta de colores preciosa... pero si la composición falla, todo se viene abajo.
Como decía en mi experiencia personal, muchas veces te enseñan la composición como si fuera física cuántica.
Que si la espiral de Fibonacci, que si la divina proporción, que si el triángulo dorado… Pero vamos a ver, ¿quién demonios piensa en eso cuando diseña algo bajo presión para entregar en 24 horas?
La composición no es más que el orden en que colocas las cosas dentro de una imagen, y ese orden altera el mensaje.
Cambiar la posición de un objeto puede hacer que una imagen transmita vida o muerte, caos o calma, amor o amenaza.
Usando un ejemplo muy tonto: si ponéis un emoji de bebé, uno de adulto y uno de calavera, y los ponéis en orden cronológico, entendéis la idea.
Si los mezcláis sin sentido, la cosa no comunica nada, o peor aún, comunica otra cosa completamente distinta. Así de fácil. El orden importa. Y mucho.
Y no os digo esto por teorizar, sino porque yo mismo lo comprobé: imágenes que eran técnicamente mediocres funcionaban genial porque estaban bien compuestas.
Y otras, con una técnica brutal, pasaban sin pena ni gloria porque no sabían contar nada.
Tipos de códigos visuales: icónicos, simbólicos y verbales
En diseño gráfico usamos tres grandes tipos de códigos visuales:
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Icónicos: son representaciones directas, visuales. Por ejemplo, una foto de una bicicleta representa una bicicleta. Fácil, directo, visual.
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Simbólicos: estos ya requieren interpretación. Una paloma blanca puede simbolizar la paz. Un corazón puede representar amor. Son convenciones sociales.
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Verbales: aquí ya entramos en el texto dentro del diseño. Tipografías, palabras, titulares. Sí, el texto también es visual. No lo olvidéis.
Lo interesante del diseño gráfico es cómo se mezclan estos tres códigos para construir un mensaje.
Un cartel publicitario puede usar un símbolo, una imagen y una frase para generar un impacto brutal en segundos. Eso solo lo logras cuando entiendes cómo funciona cada código y los haces trabajar en equipo.
Una buena pieza gráfica no deja nada al azar. Todo está ahí por algo: cada línea, cada color, cada espacio en blanco. Y si algo no comunica, estorba.
Cómo leemos una imagen (y cómo dirigir esa lectura)
La gente no ve una imagen en bloque. La “lee”. No con palabras, pero sí con la mirada. Y esa lectura visual se puede dirigir. ¿Cómo? Pues con flechitas invisibles.
Ya sé que suena raro, pero os explico. En una imagen, hay cosas que inevitablemente captan la atención: una cara, unos ojos, una mano, una luz intensa, un texto.
Si ponéis un personaje mirando hacia la derecha, el espectador también mirará hacia la derecha. Si el brazo apunta hacia arriba, la mirada va para allá.
Yo lo llamo “el caminito del IKEA visual”. Sin querer, sigues las flechas que te marcan por dónde ir. En diseño es lo mismo: hay que crear recorridos visuales para que el espectador mire lo que tú quieres que mire, en el orden que tú has planeado.
Y para eso usamos trucos: líneas diagonales, miradas, manos que apuntan, zonas de luz, contraste de tamaños, diferencia de texturas… Todo esto sirve para dirigir la lectura visual de una imagen, y funciona que da gusto.
Composición y narrativa: la historia que cuenta tu diseño
Aquí está la clave de todo: una buena imagen cuenta algo. No es solo una combinación de formas y colores. Tiene un mensaje, una intención, una narrativa.
Yo aprendí que la composición está al servicio de la historia. Por eso, cuando diseño algo, siempre me hago estas preguntas: ¿Qué es lo primero que quiero que se vea? ¿Cuál es el mensaje principal? ¿Qué quiero que sienta quien lo vea?
Una imagen puede tener una composición perfecta, pero si no dice nada, se olvida rápido. En cambio, una imagen que te cuenta algo, aunque sea técnicamente mejorable, se te queda grabada.
Y os digo más: el estilo también cuenta cosas. Una ilustración con estilo cómic transmite otra cosa que una fotografía en blanco y negro.
El lenguaje visual incluye todo: desde la forma de dibujar hasta el tipo de letra que usas.
Flechas invisibles, contrastes y otros trucos para atrapar miradas
Los recursos para dirigir la atención son muchísimos, y no hace falta sabérselos todos de memoria. Lo importante es saber qué quieres contar y luego ver cómo dirigir la vista hacia eso.
Algunos trucos que me funcionan siempre:
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Contraste: oscuro/claro, grande/pequeño, saturado/desaturado.
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Dirección: líneas, brazos, miradas, caminos visuales.
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Ritmo: repetición y ruptura, como un patrón que de repente cambia.
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Vacío: dejar zonas sin información para respirar (el famoso 70/30).
Esto no es teoría de libro. Es lo que uso cada vez que diseño algo, aunque sea inconscientemente. Y funciona.
Y si encima juegas con marcos (ventanas, puertas, ramas, sombras…) ya estás guiando la mirada sin que el espectador se dé cuenta. Magia visual.
De la teoría a la práctica: usar los códigos visuales con intención
Vale, todo esto está muy bien. Pero… ¿cómo lo aplicamos?
La clave está en pensar antes de diseñar. No se trata de poner cosas bonitas, esto es de planificar lo que quieres comunicar y luego usar los recursos visuales a tu favor.
Por ejemplo: si vas a diseñar un cartel para una exposición de arte contemporáneo, puedes usar símbolos abstractos, colores planos y tipografías modernas.
Pero si es para una feria de productos artesanales, mejor irte a lo orgánico, lo cálido, lo humano.
El contexto manda. Y los códigos visuales tienen que hablar el idioma del público. Porque no es lo mismo diseñar para chavales de 15 años que para una empresa de abogados. Cada público interpreta los códigos de manera diferente.
Así que pensad: ¿qué quiero decir? ¿A quién se lo estoy diciendo? ¿Qué espero que haga después?
¿Y todo esto cómo se aplica en trabajos reales?
Os pongo un ejemplo claro. En Factoría de Arte trabajamos cada semana con clientes que tienen claro el producto, pero no saben cómo contarlo. Y ahí es donde entramos nosotros.
Nosotros analizamos su mensaje, su público, su estilo, y traducimos todo eso en diseño visual que impacta, que comunica y que vende.
Porque no basta con tener un logo bonito o un folleto bien impreso. Hay que usar los códigos visuales con cabeza, con estrategia.
Si os interesa que alguien os eche un cable con todo esto, desde el análisis hasta el diseño final, echadle un ojo a nuestros servicios.
Allí podéis ver lo que hacemos, cómo lo hacemos y por qué os puede venir de perlas.
¿Buscas ayuda para aplicar todo esto? Nosotros lo hacemos por ti
Entender los códigos visuales es solo el primer paso. Lo realmente potente es usarlos con intención, integrarlos en tu mensaje, en tu marca, en tu historia.
Y si queréis que alguien os ayude a hacerlo bien, a traducir lo que queréis decir en un lenguaje visual que impacte de verdad, nosotros estamos aquí para eso.
Así que dejad de pensar que esto del diseño es solo para creativos de Instagram.
Los códigos visuales son una herramienta de comunicación, de venta, de diferenciación. Y cuando los entendéis y los usáis bien, marcan la diferencia entre pasar desapercibido y destacar.
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